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“La propuesta política de Bolsonaro para acabar con el narcotráfico son los tiros”

El comisario Zaccone se muestra desesperanzado ante la llegada al poder de Bolsonaro

Oriol Solé Altimira

Orlando Zaccone no es un comisario al uso. A partir de su trabajo a pie de calle durante 18 años en de Río de Janeiro, uno de los centros del narcotráfico en Brasil, fundó el movimiento de agentes de policía contra la prohibición de las drogas, así como la plataforma de policías antifascistas. Partidario de regular la adquisición y el consumo de cualquier tipo de narcótico, admite que su posición es una minoría en un país con una gran influencia del “puritanismo” evangélico, que impide, a su juicio, un debate a fondo sobre la cuestión.

Zaccone ha visitado Barcelona para participar en el seminario 'Drogas, políticas y violencias. Del consenso global a nuevos enfoques' organizado por el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP) y la Casa Amèrica Catalunya. Cuando vuelva a su país, el ultraderechista Jair Bolsonaro estará a punto de convertirse, si se cumplen los sondeos, en el presidente de Brasil. Muy crítico con Bolsonaro, de quien dice ser el candidato de los poderos financieros transnacionales, afea que la propuesta política del candidato para acabar con el narcotráfico “son los tiros” y “oficializar el sistema de matar a traficantes o a cualquiera que lo parezca”.

¿Cómo ha evolucionado el narcotráfico en Brasil a lo largo de sus 18 años de experiencia en la policía?

La inmensa mayoría de presos o detenidos por narcotráfico siguen siendo pobres y negros. Viven en la miseria, muchos van sin zapatos, sin camisa y sin armas, solamente con droga, en contra de un discurso dominante que dice que los traficantes presos son ricos y poderosos. La gente que vende al por menor, que se dedica al pequeño tráfico y que casi no ganan dinero con ello es la que más sufre el peso la ley. Son los más afectados y son la punta del iceberg. Un estudio de la Universidad Federal de Rio de Janeiro mostró que la mayoría de presos por narcotráfico en la ciudad lo son por cantidades de menos de un gramo de marihuana.

¿Y qué pasa con los grandes traficantes?

Con los grandes es más complicado, porque el narcotráfico es la cuarta mayor economía del mundo y no dependen de un solo empresario de la droga, necesita un sistema grande. No está solo en una o dos manos, es todo un sistema internacional y con colaboradores necesarios, como el sistema financiero.

¿En el Estado y el poder político también tienen colaboradores?

También. Son diferentes en función de cómo funciona el narcotráfico en cada país. En Colombia por ejemplo, la estructura del estado está casada con el narcotráfico y los partidos políticos. En Brasil tenemos traficantes, sobre todo los que venden al por menor, que se relacionan bien con la policía de forma sistémica y también con los políticos, pero de forma individual.

¿Cómo se puede atacar a los grandes narcotraficantes?

Legalizando las drogas. Creo de verdad que no hay otra manera. Legalizar significa controlar. Necesitamos tener un control del mercado de las drogas que no se da ahora con la prohibición. La prohibición es falta de control y descontrol sobre el mercado. Es muy importante que se hable de la legalización de las drogas en los países periféricos como Brasil más que en Europa porque la violencia relacionada con las drogas en Brasil y otros países americanos es muy superior. Suecia es de los países prohibicionistas más duros de Europa, pero la violencia relacionada con las drogas no es ni el 1% que se produce en Brasil.

¿Qué drogas se tendrían que legalizar? ¿Sólo la marihuana? ¿O depende de cada país?

El discurso sobre las drogas se construye a partir de quién consume las drogas y no en base a qué son las drogas. Hoy se habla de que la marihuana es una droga blanda porque es una droga popular y la consume mucha gente. Personas ricas, pobres, con o sin estudios, viejos, jóvenes... la marihuana hoy podemos decir que es prácticamente como la cerveza. Se considera una droga blanda, pero hace treinta años era considerada una droga durísima. Cuando los negros empezaron a fumar marihuana en guetos era considerada una droga peligrosa porque no nos fijábamos en la droga sino en quién la fumaba.

Entiendo por tanto que es partidario de una legalización de todas las drogas.

Sí, porque si sólo se legaliza la marihuana no se solucionarán los problemas de violencia de los que estamos hablando y que continuarán por la cocaína y otras drogas. Legalizar todas las drogas no significa que vayan a llegar al mercado de cualquier forma. El alcohol no se puede vender de cualquier manera, existe un control.

¿Qué consecuencias, además de la violencia en las calles, que es lo más visible, tienen las drogas en Brasil?

Una de esas formas de violencia es la enorme cantidad de población reclusa. Un tercio de las 750.000 personas presas en Brasil son por drogas, la gran mayoría por el pequeño tráfico. Entre las mujeres, el crimen más común es el tráfico de drogas, pero no es que haya un narcotráfico feminizado: van a la cárcel a ver al marido o al novio, llevan una cantidad de droga pequeña, la pillan y la pueden encerrar un mínimo de cinco años por esto. Las cárceles de Brasil están llenas de gente encerrada por tráfico de drogas pero que no es peligrosa.

De seguir una política de legalización total como la que propone, la violencia y el tráfico ilegal podría seguir existiendo al permitirse cantidades pequeñas de droga insuficientes para cubrir la demanda.

Podría pasar al principio, está claro. No conseguiremos reglamentar de la noche a la mañana la producción de un mercado tan grande como el de las drogas. Pero para mi el ejemplo está en el alcohol o los fármacos. Hay un gran mercado de consumo de alcohol pero como está legalizado y reglamentado no produce violencia. En los primeros años de legalización podremos tener problemas, pero a largo plazo mejorarían. No se pueden pedir soluciones en un año tras legalizar la droga después de siglos de prohibición.

¿Su defensa de la legalización de las drogas está muy extendida en la policía brasileña?

No. Somos un grupo pequeño, pero que representa a policías que también piensan como nosotros en otros países de Europa y en Estados Unidos. La policía llega a un enfrentamiento armado y violento al comercio de los drogas. En este combate, con fuego real, contra el narcotráfico, los policías mueren para nada. Un policía muere y al día siguiente sigue el combate con otro policía en su lugar. Y un narcotraficante muere y al día siguiente otro está en su lugar, mientras el consumo y el comercio de droga sigue. Existe un interés en mantener la prohibición.

¿Por qué?

Porque las drogas alimentan el mercado de armas, la corrupción y varios intereses. Hay dinero sucio, que circula sin pagar impuestos, que paga campañas electorales y sobresueldos a los policías. Yo he oído a policías de Brasil bromear que si se legaliza la droga, la 'empresa' quiebra. Sabemos que muchos policías de Brasil no sólo se alimentan de su sueldo, sino también de negocios ilícitos, que son una forma de mantener a la policía bajo el control de traficantes o de políticos corrompidos.

A nivel de partidos políticos, como en la policía, ¿los partidarios de la legalización también son minoría?

También, porque se emplea, no solo en Brasil, un discurso moral para justificar algo que no tiene racionalidad como es la prohibición total. Al menos en Brasil, mueren más personas por la prohibición de las drogas que por el consumo. El enfrentamiento armado con los traficantes produce muerte de niños y de gente que nunca ha tenido contacto con las drogas, y eso es producto de la prohibición. Es una irracionalidad.

El problema de Brasil es que los partidos están excesivamente concentrados en la competición electoral. El Partido de los Trabajadores (PT) en su programa para la primera vuelta de las elecciones incluía un debate sobre la legalización, pero de cara a la segunda vuelta lo retiraron por miedo a que les penalizara electoralmente. La política se resume en el pleito, la disputa, antes y después de cualquier elección, y esto hace difícil avanzar en la legalización.

Ha hablado de un discurso moral. ¿Qué influencia ejerce la religión católica?

Hay un puritanismo muy influyente, en especial el de las iglesias evangélicos. Pero tenemos que dialogar con las iglesias evangélicas para convencerlas para abandonar. También con la ley seca de EEUU la iglesia fue su principal promotora, pero terminó viendo que era negativa.

Todo apunta a que Jair Bolsonaro será el próximo presidente de Brasil. Muchos de sus colaboradores son militares, y como él nostálgicos de la dictadura militar. ¿Cómo ha pasado Brasil de un gobierno progresista del Partido de los Trabajadores a Bolsonaro?

En Brasil la democracia partió de un punto distinto respecto a otros países de Sur América con la amnistía a los militares del régimen anterior: en Chile o Argentina se castigó a los militares, pero en Brasil los militares nunca se alejaron del poder. De hecho, la constitución democrática de Brasil, en su artículo 142, permite que por cuestiones de orden, sin explicar qué orden, las fuerzas armadas garanticen los poderes democráticos constituidos.

Es como el lobo vigilando las ovejas. Por eso los políticos tienden a movilizar a los militares, como pasó en Río por carnaval. Dijeron que había violencia y se movilizó a los militares. No me sorprende que Bolsonaro haya captado a antiguos militares y su discurso favorable de la dictadura porque los militares nunca se fueron.

¿Cuánto ha pesado la violencia en las calles asociada a las drogas en el apoyo a Bolsonaro?

Es una tragedia. La propuesta política de Bolsonaro para acabar con el problema del narcotráfico son los tiros. Es disparar y entrar con gente armada en las favelas, algo que la policía, por cierto, ya hace, pero Bolsonaro quiere oficializar el sistema de matar a traficantes o a cualquiera que lo parezca, similar a lo que ocurre en Filipinas

¿En qué situación cree que quedará Brasil si gana Bolsonaro?

En una situación muy peligrosa. Estoy muy preocupado por la eventual victoria de Bolsonaro, igual que muchos de mis compatriotas. Bolsonaro representa los intereses del capital transnacional, va más allá de representar al capital financiero de Brasil, que por cierto ya resultó beneficiado del paso por el poder del PT. Bolsonaro quiere entregar al capital todo, el petróleo, las riquezas naturales, la energía, la educación pública, privatizarlo todo. Bolsonaro usará Brasil de nuevo como laboratorio del capital financiero internacional: un gobierno legitimado por las urnas pero entregando todos los recursos al capital financiero.

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