EL-SUR

Lunes 15 de Abril de 2024

Guerrero, México

Guerrero  

Guerrero tiene “las condiciones físicas y geográficas, pero también sociales y políticas”, para cultivar coca

“Habría que ver si esto es algo experimental”, alertan investigadores que estudian el fenómeno de las drogas ilícitas en América Latina. Advierten del desplazamiento de los cultivos de coca, que van dejando las zonas altas de Colombia, Perú y Bolivia, para moverse a Ecuador, Brasil, Venezuela y Centroamérica

Marzo 20, 2021

El 22 de febrero pasado un soldado del Ejército muestra las tinas utilizadas para procesar cocaína en el laboratorio clandestino descubierto cerca de un plantío de coca en la localidad El Porvenir, municipio de Atoyac de Álvarez Foto: Jesús Eduardo Guerrero

Caterina Morbiato

El Sur / Ciudad de México

El hallazgo de seis sembradíos de coca, realizado por el Ejército mexicano a principios de febrero en 4 hectáreas de El Porvenir y otros dos ejidos serranos de Atoyac de Álvarez, ha traído dudas y preguntas sobre qué papel estaría jugando México en las distintas fases de producción y comercialización de cocaína.
Los militares incautaron un laboratorio supuestamente destinado a procesar las hojas de coca, donde había sustancias químicas, tambos, trastes y bidones.
La última vez que elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) encontraron un cultivo similar, fue hace siete años en el municipio de Tuxtla Chico, Chiapas. Sin embargo, la presencia de plantíos de coca en México no es un fenómeno sorprendente, dice Laurent Laniel, analista científico del Observatorio Europeo de Drogas y Toxicomani?as (EMCDDA).
“Y menos sorprende que acontezca en Guerrero, que es un estado que cuenta con las condiciones físicas y geográficas, de clima y altitud. Pero que también tiene las condiciones sociales y políticas: un control brutal de la Sierra por parte de los narcos, más gente pobre que desde generaciones atrás está habituada a vivir de plantíos ilícitos”, explica en entrevista con El Sur.
“Basta la voluntad de un cacique local conectado con alguien en Colombia, Perú o Bolivia, que le facilite semillas o plantitas de coca, para que se siembre en Guerrero. A lo mejor no es el último caso que vemos en México”, prevé Laniel.
A nivel global, la producción de la planta de coca –de la que se procesan las hojas para obtener cocaína– se concentra históricamente en los cultivos de Colombia, Perú y Bolivia, ubicados en su mayoría entre mil y 2 mil metros sobre el nivel del mar. Desde el punto de vista agronómico, esta zona andina cumple con las mejores características de suelo y clima que la planta necesita para prosperar.
No obstante, en años recientes se ha observado un desplazamiento de los cultivos a Ecuador, Brasil, Venezuela, Honduras y Guatemala. Con las condiciones adecuadas, las plantas pueden crecer también en regiones más bajas, como las localidades mexicanas de El Porvenir y de Tuxtla Chico, que están a 850 y 320 metros sobre el nivel del mar, respectivamente
Otra tendencia relativamente reciente es el traslado de laboratorios de coca fuera de la zona occidental de América del Sur, hacia Centroamérica y México.
Antes de llegar a obtener el clorhidrato de cocaína, que es el producto final que se vende al consumidor, hay dos etapas en la transformación de la hoja de coca: en pasta de coca, primero, y en cocaína base o pasta básica, después. Para ello se utilizan distintos precursores químicos, como queroseno y éter etílico.
Para dimensionar el efectivo potencial del plantío encontrado cerca de Atoyac, indica Laniel, la información acerca de estas etapas tendría que ser más amplia.
“Si no tienes los mecanismos para la transformación, el cultivo en sí mismo no vale nada”, señala también Ricardo Vargas, investigador asociado del Transnational Institute (TNI).
“Es importante contar con el cuadro completo de qué tipo de insumos tenían (en Guerrero) para llegar a la pasta básica y cómo estaban organizados, porque esto necesita un proceso de garantía de suministro para asegurar, a su vez, la sostenibilidad de la producción de la pasta básica”, comenta a El Sur.

Valoraciones microeconómicas

Datos del Informe Mundial sobre las Drogas 2020 de la Organización de las Naciones Unidas muestran que el sector de la coca ha mejorado en los últimos años en Colombia: en 2015 se obtenía una media de 5.2 kilogramos de clorhidrato de cocaína por hectárea de cultivo de coca cosechada, y para 2018 la media fue de 6.5 kilos.
En Europa, un kilo de cocaína ronda los 20 mil euros (unos 490 mil pesos), según cálculos de Laniel.
“Habría que ver si esto es algo experimental en el caso de México –apunta Vargas por separado–, porque dependiendo de la calidad del suelo y del clima, está el tema del rendimiento y de los costos. En el sentido de si vale la pena traer el cultivo porque realmente tiene una producción óptima o si es mucho mejor seguir moviendo la pasta básica o la cocaína desde Colombia”.
Aparte, hay que considerar que a lo largo del tiempo la producción y distribución de varias sustancias ilícitas se ha ido modificando y diferenciando entre países. Se trata de cambios lentos, en donde el beneficio está en la especialización de cada parte de la cadena.
La producción de pasta básica de muy buena calidad sigue siendo la característica principal de los criminales organizados de Colombia; los de México han ganado un papel relevante en el tráfico de opiáceos sintéticos, como el fentanilo, y las metanfetaminas.
“Desde el punto de vista del volumen de oferta, la cocaína tiene una presencia menor que otras sustancias con las que los mexicanos están haciendo el gran negocio. Entonces no es que haya un afán para controlar la producción de coca; en este momento el gran negocio para México son los mercados de opiáceos sintéticos, que es lo que se está demandando dentro de Estados Unidos”, apunta Vargas.
El experto insiste en que meterse en el cultivo de la coca implica invertir en las sustancias para transformarla, como cemento de construcción, gasolina, ácido sulfúrico, urea.
“En Colombia ya hay laboratorios de producción de urea, ya no se importa –continúa–. Todo eso cuenta en la decisión. Si yo sé que alguien ya tiene toda esta infraestructura y no me va a representar unos costos, pues es una cuestión de análisis microeconómico acerca de lo que va a ser más rentable”.

Falta información oficial
sobre producción de drogas

Conocer qué tipo de precursores y qué variedad de planta de coca se encontraron en El Porvenir, podría dar pistas para entender más a detalle el calibre de la operación realizada por la Secretaría de la Defensa Nacional.
El problema es que en México no hay una documentación sistemática de la producción de cultivos ilícitos, critica Romain Le Cour Grandmaison, investigador de La Sorbona y cofundador del centro de investigación Noria Research.
Entrevistado por El Sur, Le Cour expone el caso de la escasa o nula información oficial que existe sobre el cultivo de amapola, fenómeno que estudia en Guerrero. Los únicos datos disponibles son los que proporciona el Ejército acerca de las hectáreas supuestamente erradicadas, pero no se cuenta con información objetiva que refleje el tamaño real de la producción del enervante.
En el caso de la coca, resalta LeCour, “sería interesante saber si hay más hectáreas y de dónde sale esa planta que sembraron en Guerrero. Y de ahí habría que preguntarse qué tan factible es producir cocaína en cantidades que conviertan a la entidad en un actor relevante”.
En opinión de Laniel, las plantas de coca halladas en Guerrero podrían ser analizadas por alguna instancia de gobierno. También resultaría útil la colaboración con oficiales de Colombia o con la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA), que tiene programas para establecer con un alto grado de precisión el origen de las plantas.
“El Observatorio Europeo pide, por rutina, información de pureza. Los países envían esa información, que desde hace unos 40 años ya no es confidencial. Pero en América Latina se pierde de vista que este tipo de información no sólo sirve en caso de enjuiciar a alguien, sino que sirve para entender el fenómeno en general”, menciona Laniel.
Por su parte, Vargas observa que “esa oscuridad tan grande” que caracteriza a México respecto a las drogas, representa una diferencia importante con Colombia. Ahí, el acceso a la información técnica es mayor y quienes investigan las dinámicas relacionadas con la coca cuentan, por ejemplo, con más facilidad para conocer directamente las variedades y los rendimientos de la planta.
“Espero que no hayan quemado todo en Atoyac. Habría maneras de seguirle la pista a ese plantío para conocer de qué lugar viene, o si en México existe un invernadero que produce las pequeñas plantas para después cultivarlas en el campo”, añade Laniel.

Cambiar el panorama
para las comunidades

El hallazgo del plantío de coca en la zona de Atoyac volvió a despertar un debate nunca resuelto: ¿qué se está haciendo para enfrentar las causas sociales, económicas y políticas que por décadas han favorecido el desarrollo de los cultivos ilícitos?
“Lo que sucedió es consecuencia del abandono que ha habido de la región”, dice a El Sur Arturo García Jiménez, presidente de la Red de Agricultores Sustentables Autogestivos.
Antes de que el presidente Andrés Manuel López Obrador tomara posición, aduce, la Coordinación de Organizaciones Sociales de la Sierra de Guerrero le presentó el Plan Emergente para la Pacificación de la Sierra de Guerrero, que planteaba mitigar, por medio de la Guardia Nacional, la situación de indefensión, violencia, hambre, desempleo y desplazamiento forzado en que viven los pobladores.
Hasta el momento, “por trabas de los funcionarios”, el Plan no ha tenido seguimiento.
“Habría que empezar a empoderar a las comunidades para que decidan cuál es su proyecto prioritario –añade García–. Así se crea un vacío a los grupos delincuenciales y se mete la gente en otra dinámica. Si junto con esto se ponen los programas productivos, las cosas se van levantando poco a poco y la gente va a reapropiarse de sus territorios”.
Pien Metaal, politóloga del programa Drogas y Democracia del Transnational Institute, coincide por su lado en la urgencia de buscar una forma de desarrollo sostenible para aquellas comunidades productoras de cultivos ilícitos que han sido abandonadas por los gobiernos.
Respecto a la potencial próxima apertura del mercado legal de mariguana en México, Metaal espera que no se sigan los pasos de la agroindustria en donde las comunidades rurales, particularmente del sur del país, terminaron excluidas y explotadas.
“Como TNI trabajamos mucho desde la perspectiva de los campesinos para que en el tema del cannabis, pero a lo mejor también para la coca, haya acceso a quienes están involucrados en el cultivo y que tradicionalmente han pagado el precio por ser ilegales. Guerrero es un ejemplo muy claro de eso: ahí el Estado mexicano no tiene una historia de invertir en un plan de desarrollo rural”.