Una propuesta audaz y atendible

El presidente de la Junta Nacional de Drogas ha lanzado una idea muy interesante y a tener en cuenta: la reglamentación de la producción, comercialización y consumo de sustancias psicoactivas.

De acuerdo con los datos que maneja el sociólogo Julio Calzada, las políticas de combate a las drogas han fracasado en todo el mundo; en 2008, diez años después de que en 1988 la ONU se pusiera como meta eliminar o disminuir la producción de amapolas, coca y cannabis, el consumo de opio aumentó en todo el mundo un 120 por ciento, el de cocaína 20 por ciento y el de marihuana 60 por ciento.

Como en muchos otros órdenes de la vida, las medidas de corte represivo no surten el efecto deseado; por ejemplo, todos sabemos que la delincuencia no disminuye por efecto del incremento del rigor punitivo. Y hay otros casos paradigmáticos: la Ley Seca vigente en EEUU en el tercer decenio del siglo pasado no sólo no redujo el consumo sino que promovió las destilerías clandestinas y el mercado negro con la consiguiente proliferación de las mafias.

Por supuesto, que el asunto no es nada sencillo, pues una liberalización irrestricta de la producción, comercialización y consumo de drogas seguramente tendría efectos devastadores. Pero las cifras son elocuentes para demostrar que las políticas prohibicionistas no lograron el objetivo trazado.

Cuando se trata de combatir un mal social o un hábito pernicioso, la prioridad número uno es tratar de averiguar las causas que llevan a ciertos individuos a delinquir o a drogarse. Tarea nada fácil pues en todos los casos estamos en presencia de una multicausalidad, un conjunto de factores psicológicos, sociales, culturales que no dejan de incidir por más interdicciones que se dispongan.

Como sostiene, con sobrada razón, el presidente de la JND, hay que atacar el problema como se ha atacado el tabaquismo, o como se aborda el alcoholismo. Con respecto al cigarrillo, la única prohibición establecida fue la de fumar en lugares cerrados, además de la publicidad; no se prohibió ni el cultivo de tabaco, ni la fabricación de cigarrillos ni el consumo. En lo que se puso el acento fue en una muy bien pensada campaña publicitaria para desestimular el vicio al tiempo que se promovió el funcionamiento de clínicas especializadas en apoyar a los fumadores que deseen abandonar el hábito.

Tal vez sea el camino más acertado para terminar con el flagelo de las drogas.

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