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SALUD

La hierba de la discordia

Una sentencia que permite a una asociación cultivar cannabis para usoterapéutico reabre el debate sobre la legalización de una sustancia cuyas virtudes nohan sido probadas científicamente

ATABEIRA ESTRELLA

Miércoles, 16 de agosto 2006, 02:00

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SAN SEBASTIÁN.DV. ¿Es la marihuana simplemente una droga ilegal o también un medicamento idóneo para aliviar los síntomas de graves enfermedades? Una reciente resolución de la Audiencia Judical de Vizcaya, que archivaba la causa contra la asociación Pannagh por realizar una plantación de cannabis en un caserío de Iurreta, ha abierto de nuevo el debate. El auto judicial reconoce que el cultivo decomisado -unos 17 kilos de hachís, una vez seco- tenía como destino ser consumido por los 70 miembros de una asociación «legalmente constituida y sin fines comerciales», muchos de ellos enfermos crónicos, y no su venta en el mercado negro, lo que exonera a los acusados.

El desenlace del caso pone sobre el tapete un tema pendiente aún de resolución científica: las propiedades terapéuticas del cannabis, una planta que desde hace 5.000 años se consume en diversas civilizaciones por sus supuestos valores medicinales, pero cuya imagen se vincula hoy casi en exclusiva a términos más propios de las páginas de sucesos.

Las instituciones se esfuerzan en alertar sobre los peligros que entraña este estupefaciente, al que se niegan a reconocer el calificativo de droga 'blanda', ya que, recuerdan, «hay evidencias científicas» de que el consumo prolongado de esta sustancia produce deficiencias de memoria en la atención, puede triplicar el riesgo de aparición de psicosis, daña la capacidad psicomotora y altera el sistema nervioso central y otros órganos, además de estar asociado a accidentes de tráfico. Motivos más que suficientes, en opinión de la delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, para rechazar su legalización.

Los defensores de su despenalización contraatacan esgrimiendo los resultados de los ensayos clínicos más avanzados sobre los cannabinoides, que los relacionan con compuestos que se utilizan actualmente para combatir los efectos del cáncer, como la doxorrubicina. Un sector pide incluso su incorporación formal en la farmacopea como estimulante del apetito, relajante, analgésico y anticonvulsivo. Y no son una minoría residual. La Generalitat de Cataluña tiene en marcha desde el pasado octubre un plan piloto que administra extracto de cannabis como uso terapéutico para paliar los síntomas de enfermos de cáncer, esclerosis múltiple y sida en seis hospitales públicos y 60 farmacias. Los 600 pacientes incluidos en el proyecto se están tratando con Sativex, un producto que comercializa Bayer hecho con extracto de la planta del cannabis.

Al margen de sus hipotéticas ventajas, el debate sobre el cannabis preocupa a las organizaciones sociales, que temen una mala interpretación del mensaje despenalizador. Al director general de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, Ignacio Calderón, le inquieta que los chavales crean que no hay peligro en fumar porros. «Pueden pensar que no les hará daño algo que se usa en la medicina».

Su alarma está justificada: un informe elaborado por el Ministerio de Sanidad asegura que los jóvenes españoles creen que fumar cannabis esporádicamente supone menos riesgo para la salud que consumir cualquier otra sustancia 'recreativa', tanto legal como ilegal. Los adolescentes, añade el estudio, piensan que es más peligroso fumar un paquete de tabaco diario que consumir alcohol, éxtasis, cocaína o heroína en sus noches de juerga. Desconocen, o no les preocupa, que el consumo de cannabis en edades tempranas aumenta las posibilidades de padecer graves trastornos neurológicos.

Para los defensores de la droga, decir que la promoción de sus cualidades terapéuticas incidirá en el consumo social es un pensamiento absurdo: «Nadie se plantea consumir morfina o heroína porque se use en la medicina», alegan.

Entre ambas posturas, el consejero de Asuntos Sociales del Gobierno Vasco, Javier Madrazo, aboga por olvidar las prohibiciones en beneficio de las «políticas preventivas, que favorezcan la información, la concienciación y la sensibilización». Y esgrime que el pasado año, más de 100.000 alumnos y 5.600 profesores de 854 centros vascos participaron en actividades contra las drogas.

Lo cierto es que los porros abundan más que nunca, y no precisamente en los centros sanitarios. El Plan Nacional sobre Drogas ha alertado de que el consumo de esta sustancia se ha duplicado en los últimos diez años en las edades comprendidas entre los 14 y los 18 años, pasando del 18,2% al 36,6%, el porcentaje de adolescentes que fuma hachís habitualmente. Es la sustancia ilegal más consumida entre los adolescentes españoles y ocupa la tercera plaza en el ránking de sus adicciones, después del alcohol y el tabaco.

El cultivo colectivo de Pannagh en Bilbao no es un caso aislado. En el País Vasco ha habido hasta cinco asociaciones dedicadas a plantar cannabis con fines sociales. De acuerdo con la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), hay varias más en España, y en Suiza, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Alemania, República Checa y Polonia existen grupos que llevan a cabo experiencias similares.

La FAC también debate sobre un modelo para regular el cultivo de cannabis en circuito cerrado que será presentado tanto al Plan Nacional sobre Drogas como a la Comisión del Congreso y el Senado, instituciones ante las que deben comparecer próximamente. Los 70 miembros de la asociación bilbaína consideran tan positivos los resultados del uso terapéutico del cannabis entre los miembros enfermos del colectivo que en noviembre Pannagh, respaldado por otras 97 asociaciones, presentará al Parlamento Europeo el Cannabis Social Club, un modelo de club de consumidores que se pondrá en marcha en varios países.

Por su parte, los médicos continúan desconfiando de los supuestos atributos de la droga mientras no se demuestre clínica y científicamente y sostienen que, por el momento, el perjuicio al consumirlo es mayor que la ayuda que pueda llegar a proporcionar.Un mundo de opiniones

En el resto de Europa, las posturas sobre el consumo de cannabis son contrapuestas. Holanda abandera la causa tolerante desde hace muchos años: en el país de los tulipanes se puede vender y consumir cannabis en locales habilitados, conocidos como 'coffee shops'. En Suiza, el Gobierno ha sacado adelante un propuesta para despenalizar no sólo el consumo y la venta, sino para regular también la producción. Portugal y Bélgica han optado por una actitud similar a la española, despenalizando el consumo privado de hachís.

Mientras, en otros Estados miembros, como Francia, se ha abierto un debate donde ase apuesta por endurecer las leyes si sigue creciendo el consumo de porros. La posición más radical la ha asumido Italia, hasta el punto de que se podrá retirar el pasaporte por fumar 'chocolate' o penar su tráfico al nivel de la heroína.

En EEUU también ha sido motivo de discusiones parlamentarias. Montana, Alaska, California, Colorado, Hawai, Maine, Nevada, Oregon, Vermont y Washington son estados que consienten el uso médico del cannabis.

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