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La marihuana gana terreno en EEUU: California, Nevada y Massachussets legalizan su consumo recreativo

Fumar marihuana con fines lúdicos será legal en California y otros cuatro estados.

Daniel Sánchez Caballero

En un discreto segundo plano, sepultado bajo el alud informativo de las elecciones presidenciales, este miércoles ha sido un buen día para los defensores del consumo sin restricciones de la marihuana.

A la vez que EEUU elegía al Donald Trump como presidente, tres estados (California, Nevada y Massachussetts) han aprobado mediante voto directo de sus ciudadanos la legalización del cannabis con uso recreativo. En Maine el recuento, sin concluir a las 9.45 hora española, apuntaba a una victoria, mientras el quinto estado donde se votaba, Arizona, tendía hacia el no. Las encuestas sí previeron estas victorias.

Sin paliativos, fumar marihuana porque sí ya es legal en ocho estados del país norteamericano. Otros cuatro estados (Arkansas, Florida, Dakota del Norte y Montana) también han aprobado el uso medicinal del cannabis, y ya son 29 los Gobiernos regionales que lo permiten. Soplan vientos de cambio para la yerba en EEUU.

California aprobó la medida con un 55% de apoyos, un dato similar al de Nevada y Massachussetts. La proposición 64 permitirá a quien lo desee desde este mismo miércoles fumar en casa y algunos lugares autorizados. Cada ciudadano mayor de 21 años (misma edad que para el alcohol, por ejemplo) podrá comprar, poseer y transportar 28,5 gramos de marihuana, que será gravada con un 15% de impuestos. También se podrán cultivar hasta seis plantas por persona.

El estado del suroeste es sin duda el premio gordo para la industria cannábica. Por un lado, por el impacto económico que generará. El gigante económico –que en 2010 había rechazado la misma propuesta con un 53,5% de votos en contra– tiene 39 millones de habitantes y, si fuera un país, sería la quinta economía del mundo. Según los impulsores de la medida, el estado sacará un buen pellizco de la aprobación: los 2.400 millones de euros que mueve el sector actualmente en su versión medicinal, legal desde hace 20 años, pasarían a ser 5.800 millones, según algunos analistas. A nivel del país, la cifra podría subir de 7.000 millones a 22.000 millones.

Por otro, porque más que abrir una rendija para un cambio de actitud global frente a la marihuana, tiraría la puerta abajo. “[Sería] el comienzo del fin de la guerra contra la marihuana”, afirmaba antes de la votación Gavin Newsom, vicegobernador de California y exalcalde de San Francisco. “Si California se mueve, pondrá más presión en México y América Latina para reactivar un debate sobre legalización”. Dicho y hecho.

En España ni está ni se le espera

Desde España se observa el proceso con más interés que expectativas. Aquí no es legal ni siquiera el consumo con fines médicos y, al contrario de lo que ocurre en el resto del mundo, la legislación retrocede. Países como Uruguay o EE UU legalizan el consumo, España incrementa las sanciones por posesión. El Tribunal Supremo solía tolerar los clubes de fumadores, ahora empieza a condenarlos.

Los enfermos que recurren a la marihuana para paliar sus dolencias se ven abocados a la clandestinidad, pese a que están más que documentados científicamente los beneficios del cannabis para tratar ciertos síntomas. Pero los consumidores se ven obligados a comprar no saben muy bien qué ni dónde, con la sensación –real– de que están delinquiendo.

Y cada vez va a peor, en el sentido de que hay más represión. La conocida como Ley Mordaza endureció las penas por posesión de cannabis en la vía pública hasta un 300%, de manera que ser sorprendido con un porro en el bolsillo sale por un mínimo de 1.001 euros y un máximo de 3.000. Cultivar plantas en casa en un lugar “visible” desde la calle (el balcón, por ejemplo) también está penado: entre 601 y 30.000 euros.

Estas y otras cosas cosas –como consumir en la vía pública– son las que no se pueden hacer. ¿Cuáles sí? No se sabe. La legislación solo se ha dedicado a prohibir y ni siquiera los expertos saben si se pueden cultivar plantas en casa (siempre que no se vean, claro) ni cuántas. A nivel estatal no se esperan novedades, y aunque algunas Comunidades Autónomas (Cataluña o el País Vasco, entre otras) y ciudades (Barcelona, San Sebastián) sí están aprobando normativas regionales o locales en pro del autoconsumo o los clubes de fumadores, no tienen el peso ni la capacidad de suponer un cambio real sin una normativa estatal.

Sin embargo y pese a las pocas expectativas, por aquello de que cuando EE UU estornuda el mundo se constipa, desde España las asociaciones que trabajan en pro de la legalización observan el proceso con interés. Con carácter general, la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC) o su hermana catalana (CatFac) ven positivo sobre todo el cambio de tendencia en el país que lideró los movimientos prohibicionistas, aunque recelan más del modelo que allí se plantea.

Sin impacto en España

“[Que se haya aprobado en EE UU] no tendrá mucho impacto en España”, valora David Rabé, secretario de la FAC. “Nos preocupa que la regulación se oriente hacia el negocio puro y duro y mermen los derechos de los usuarios y la injerencia de capitales de dudosa procedencia”, añade.

Eric Asensio, portavoz de CatFac, ahonda en la cuestión. “No nos parece tan positivo que se base en un modelo puramente comercial. Nuestra perspectiva es siempre primero la prevención de riesgo del consumo, la información al usuario para que haga un uso responsable”, explica.

Por eso en España estas federaciones defienden un modelo de club de fumadores en el que varios usuarios se unan para cultivar o comprar conjuntamente la marihuana, donde el foco no esté puesto en el beneficio económico y donde el usuario pueda recibir esa educación y haya un “contacto directo” con él.

Frente a esto, el modelo norteamericano prima el negocio estilo dispensario, como una tienda cualquiera a la que se acude, se compra un producto y si te he visto no me acuerdo. “Es el bussiness puro y duro”, resume Rabé, que cita a Uruguay como el modelo de referencia.

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