reglamentación a prueba

Holanda experimenta con legalizar el cultivo del cannabis

COFFEESHOP

COFFEESHOP / periodico

Carles Planas Bou

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Era de noche y hacía frío cuando la policía le pidió que estacionase. Radu les advirtió de que dentro de su vehículo cargaba con 500 gramos de cannabis, necesarios para abastecer el ‘coffeeshop’ que regenta en el centro de Amsterdam. Pero en Holanda esto es ilegal. Tras llamar a la comisaría, requisaron su hierba y le dejaron ir. No habría multa, pero perder la inversión ya era suficiente castigo. Tocaba regresar a casa del proveedor. Su local no puede quedarse sin producto.

Lejos de la imagen idílica que se proyecta, esta realidad se repite a diario en los Países Bajos. Cada semana hay hasta 250 redadas policiales contra la marihuana, la droga más popular e incautada del mundo. El absurdo legal que tolera su consumo mientras criminaliza su cultivo ha llevado a que el sector se estanque en un punto crítico y que muchos propietarios se jueguen el cuello en su profesión. "Tengo licencia, pero me han convertido en un criminal", explica Radu desde su oficina.

En el piso de abajo se encuentra ‘The Dolphins’, el local que dirige desde hace 25 años. El kitsch psicodélico impregna las paredes de este ‘coffeeshop’ decorado con material reciclado que imita el fondo oceánico. La sala se llena de turistas en busca de pasteles y cigarrillos de marihuana. Pero para que ellos puedan gozar de este estupefaciente, Radu debe quedar con el proveedor, probar el producto y transportarlo, todo a escondidas hasta que llega a puerto seguro, su local. Una arriesgada odisea que no deja realizar a sus empleados. "Si les pillasen, eso mancharía su registro, y no quiero cargar con eso en mi karma", se sincera.

Experimento polémico

Casos como este prueban el fracaso de la política de restricción del Gobierno holandés. Este llevó a que hasta 35 ciudades pidiesen la regulación del cultivo de cannabis. Aunque se sigue persiguiendo, tras 46 años de paradoja el Ejecutivo aprobó el pasado junio un interesante experimento: durante los próximos cuatro años 10 localidades podrán dar licencias de cultivo a granjeros de la marihuana para que provean de hierba a todos los ‘coffeeshops’ bajo su jurisdicción.

Los partidarios del plan creen que este permitirá imponer controles de calidad y golpear el crimen organizado. Sin embargo, la idea está plagada de problemas. "Es demasiado pequeño y hay demasiadas normas", explica Has Cornelissen, responsable de la fundación ‘Legalize!’. "Hay muchas probabilidades de que fracase, y si eso sucede, tendrán una excusa para descartar la regulación".

Una de las normas más controvertidas establece que tan solo serán 10 los productores que deberán proporcionar cannabis para todo el país. "Esto es una mierda", lamenta Henry Dekker, propietario de cinco ‘coffeeshops’. "Hace 40 años que tenemos un experimento en marcha en Amsterdam y funciona". Además, el Gobierno exige que esos cultivadores no tengan ninguna mancha en su expediente. Eso podría parecer sensato, pero en un país donde se ha considerado criminal a todo aquel que participa en el negocio cannábico la decisión, remarca Dekker, supone expulsar del mercado a los pequeños productores que dependen del cáñamo para subsistir.

Amsterdam se desmarca

Casi un año después de su aprobación aún no hay una estrategia concreta, algo que refleja la fragilidad de un Gobierno compuesto por un partido liberal que pide la regulación y tres conservadores que aceptan el experimento para mantener el ejecutivo a flote. Ante tal falta de respuestas los propietarios se sienten desorientados.

En Holanda el cannabis se vende legalmente en los 573 locales que operan en 103 de sus 308 municipalidades. De ellos, hasta 166 están en Amsterdam, convirtiéndola en un pilar clave en la adopción de esas políticas. Sin embargo, la reducción de los productores, de los tipos de maría y de la cantidad de THC que contiene (tetrahidrocannabinol, su componente psicoactivo) estipulada por el Gobierno ha llevado a la capital a salir del proyecto, temiendo que esas normas solo dañarán al sector para beneficiar al mercado negro. Así, el experimento parece aún más condenado al fracaso.

Adiós a la revolución

Esta perenne falta de resolución ha hecho que en Holanda la revolución verde se hable en tiempo pretérito. Las políticas públicas han puesto a los empresarios del cannabis contra la espada y la pared, ahogando un sector que en los años 90 situó al país en el mapa como pioneros de un nuevo concepto. "Aquí se mantiene todo restringido mientras el resto del mundo sigue adelante con el sistema que nosotros inventamos", lamenta Dekker.

Tras tantos años resistiendo, los propietarios como Radu tienen claro que la persecución de los ‘coffeeshops’ se convertirá en un problema sanitario. "Si acaban con nosotros el mercado negro seguirá y se llevará a los fumadores a consumir la mierda de las calles". La semana que viene volverá a salir en busca de producto.

Pocos consumidores autóctonos

Aunque muchos asocian la cuna de la legalización a un oasis cannábico, la realidad es un poco más compleja. Contradiciendo todos los estereotipos, solo el 8% de los holandeses fuman maría, ocupando según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) la 20ª posición mundial. Islandia, Estados Unidos y Nigeria encabezan el consumo de marihuana.

El cannabis en Holanda, una contradicción absurda

Comprar un cogollo, prensarlo en un ‘grinder’ y enrollarlo en un cigarrillo para llevárselo a los labios. Fumarse un porro se ha convertido en una rutina más en ciudades como Amsterdam, sin embargo en los Países Bajos el cannabis sigue siendo técnicamente ilegal. Aunque el consumo recreativo está tolerado por las autoridades el cultivo de la marihuana aún está perseguido. Esto ha convertido el sistema holandés en una paradoja de difícil digestión.

Desde hace unos años este pequeño estado debate cómo encarar este absurdo. Pioneros de la emancipación verde, los Países Bajos abrieron la puerta al cambio en 1973, cuando el Gobierno pasó a catalogar el cannabis como una droga blanda. Mientras al otro lado del Atlántico Richard Nixon endurecía su fallida guerra contra la droga, en Holanda se despenalizaba el consumo personal de esta hierba y se limitaba la posesión hasta los cinco gramos por persona.

No obstante, esa ‘gedoogbeleid’ (política de tolerancia) también tiene límites peculiares. A la despenalización del consumo recreativo no la acompañó la de la producción de esta popular droga, llevando a la paradójica situación que la maría que se fuma con total normalidad en el país tiene siempre un origen ilegal. La venta de cannabis en ‘coffeeshops’ fue tolerada, pero no como estos consiguen el producto, convirtiéndolo en un negocio de riesgo. "Es estúpido, así es como nos han encerrado", explica Henry Dekker, propietario de cuatro locales en Amsterdam.

El mundo del crimen

La tolerancia con el consumo de marihuana abrió las puertas a un negocio dorado que en 2015 llegó a alcanzar los 5.000 millones de euros. Entre 1975 y 1990 el número de tiendas en las que se permitía la venta pasó de una a 1.500, haciendo florecer el volumen empresarial de los agricultores del cáñamo. El cultivo al por menor se transformó en una industria oculta. No obstante, la falta de una regulación también despertó un lado más turbio.

La eclosión de esta jugosa empresa verde no tardó en ser objeto del interés de las mafias. Así, según un reciente informe de la policía nacional, la mayor parte del cultivo cannábico en los Países Bajos está conectada a organizaciones criminales y hasta un 15% de los granjeros del país han sido amenazados o intimidados por grupos que pretenden utilizar sus terrenos para el cultivo y el almacenamiento de esta sustancia psicotrópica. “Huelen la sangre. Saben que no podemos acudir a la policía y vienen a por nosotros”, lamenta Dekker.

Más restricciones

Más allá de su imagen como Valhalla verde, el país de los tulipanes y Van Gogh ha vivido una puerta trasera de represión. Se restringió la edad de consumo, se redujo el número de locales y la cantidad de maría almacenada en los ‘coffeeshops’. El incumplimiento de esa limitación, de un máximo de 500 gramos, llevó en 2008 al cierre del Checkpoint, el mayor local cannábico del país. Su juicio fue la primera vez en que se procesó a un ‘coffeeshop’ como organización criminal.

La paradoja del 'sí' al consum pero no a la producción ha dado alas a las mafias

En 2010 grandes ciudades como Amsterdam o Rotterdam optaron por prohibirlos cerca de escuelas o parques públicos. La capital tiene actualmente poco más de un centenar de estos establecimientos. En el 2013 el Gobierno legisló que en las localidades fronterizas solo los holandeses podrían entrar en estos locales, algo que algunas ciudades cambiaron al ver un aumento del tráfico y delincuencia en las calles pero que persiste en otras.

El abril pasado La Haya fue más allá y se convirtió en la primera que prohibe el consumo de maría en el centro y las principales áreas comerciales de la localidad como respuesta al mal comportamiento de algunos consumidores. Con todo, queda claro que aquí el cannabis vive estancado en un absurdo. Los Países Bajos no son el paraíso que muchos soñaron.