No hay plantas de marihuana a la vista, pósteres de Bob Marley, ni estampados con la hoja de las siete puntas. La oficina es un espacio diáfano situado en el centro de Madrid, decorado con elegancia y donde tampoco abundan rastas ni coletas. Su batalla, la de la 'regulación' (ya no es 'legalización') del consumo de cannabis, está profesionalizándose y cambiando de rostro en todo el mundo. También en España empiezan a entran en juego abogados y lobistas que combinan el activismo con las ganas de participar en la construcción de una industria que, calculan, ya mueve actualmente unos 1.300 millones de euros en nuestro país.