Durante décadas, Washington tuvo la costumbre de señalar a México como el trampolín de las drogas hacia territorio estadounidense y México, lógicamente, contestaba que si nosotros éramos el trampolín, EU era la piscina. Hoy hay que recordarle a la administración Trump que en esta relación, si uno de nosotros apunta el dedo al otro, siempre habrá tres dedos apuntando de regreso. El gobierno mexicano debería tomar ya la decisión —y articularla públicamente— de que con la iniciativa canadiense, y el avance paulatino hacia una legalización en EU, dejará de erradicar y asegurar marihuana, canalizando todos esos recursos a combatir otras drogas como cocaína, heroína o metanfetaminas y a confrontar a los grupos criminales más violentos.