Las conductas que son premiadas con el placer no se eliminan exclusivamente con el miedo, las normas y las prohibiciones. Intentar comprender y, en su caso, modificar las conductas de las personas sin tener en cuenta las emociones positivas, la satisfacción y las mil maneras que adopta el placer, incluida esa que llamamos felicidad, es vivir fuera de la realidad. Hay dos cosas que enturbian el debate sobre prevención y placer. La primera, un concepto erróneo de hedonismo que lo identifica con el placer inmediato y el exceso, y la segunda, que en materia de drogodependencias seguimos instalados en una ideología puritana: si negar el placer es una mala estrategia preventiva, estigmatizarlo es aún peor.