Mito 5: Coca y sociedad
Los cocaleros deberían ser considerados como traficantes de drogas / Los cocaleros sólo cultivan coca para satisfacer los usos indígenas tradicionales
Es en el terreno social donde las actitudes en torno a la coca pueden a veces encontrar sus expresiones más intransigentes, con posturas extremas respaldadas por unos prejuicios culturales profundamente arraigados. Algunos dicen que “los campesinos cocaleros deben ser acusados de narcotraficantes”, mientras otros afirman que “los campesinos cocaleros cultivan la coca solamente para satisfacer los usos indígenas tradicionales”.
Muchas de las primeras condenas del hábito de la coca tenían un claro sesgo racista o etnocéntrico. No es sorprendente, por lo tanto, que el reciente renacimiento del sentimiento nacionalista e indigenista en los Andes haya conducido a una revaloración positiva del uso ancestral de la coca y la lenta difusión de un mejor entendimiento de la planta en nuevos contextos sociales. El objetivo de esta reevaluación de la coca es, evidentemente, distinguir entre el consumo de la hoja y el de su alcaloide refinado y, por tanto, separar el estereotipo del “drogadicto” de la imagen de un masticador de coca tradicional.
Al mismo tiempo, es innegable que los campesinos han utilizado muchas veces el estatus tradicional de la hoja para defender sus cultivos ante la erradicación forzosa, sobre todo en Bolivia y Perú, siendo conscientes de que la mayor parte de su cosecha terminará probablemente en pozas de maceración para la producción de cocaína. El cultivo de coca se defiende con argumentos económicos y culturales. La simple realidad es que aunque los productores preferirían que su cosecha tuviera un mercado internacional legal, la actual demanda de coca sigue respondiendo fundamentalmente a la producción de cocaína.
La coca ha dejado de ser hoy día algo exclusivamente étnico y se está consumiendo en zonas geográficas y entre grupos sociales – estudiantes, trabajadores urbanos, la clase media ‘alternativa’ – que, hace sólo una generación, la habrían encontrado inaceptable. En Chile, Paraguay, Ecuador, Venezuela y Brasil – incluso en Europa y Norteamérica – están surgiendo pequeños mercados para los productos de la coca. Así, en lugar de desaparecer, el consumo de coca está experimentando actualmente un renacimiento, en gran medida fuera de los límites de lo que se consideraría “tradicional” en términos puristas.
Esto demuestra lo poco eficaces que han sido las convenciones de la ONU para eliminar el consumo de hoja de coca en Suramérica y lo poco realista que es que la JIFE siga insistiendo en que los Estados miembro sólo autoricen los usos “médicos y científicos”. Además, subraya la necesidad de definir el “consumo tradicional” en términos que no sean ni étnicos ni geográficos, sino como cualquier uso de la hoja de coca en formas que no estén sujetas a manipulación química.
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Más información: Los mitos de la coca, Drogas y conflicto documentos de debate, junio de 2009
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