Mito 4: Coca y ambiente
El cultivo de coca está destruyendo la selva / El cultivo de coca es ideal para las tierras menos fértiles de los trópicos y se cultivará en todos sitios cuando se legalice
Desde al menos los años ochenta, se ha constatado un esfuerzo sistemático de relacionar el cultivo de coca con una importante degradación ambiental, un fenómeno recientemente bautizado por el Gobierno colombiano como "ecocidio". Por otro lado, otros afirman que la "coca es un cultivo ideal para los suelos pobres de los trópicos".
El impacto del cultivo de la coca en la deforestación de la selva virgen se ha exagerado deliberadamente, con el claro objetivo de conseguir apoyos políticos para las campañas de erradicación. La coca raramente se planta en zonas de bosques vírgenes, ya que éstas exigen un tremendo esfuerzo para despejar el terreno, en el que quedan tocones y troncos de árbol caídos, y eso hace que la recolecta de las hojas sea poco práctica y requiera mucha mano de obra. Los datos de la deforestación, como es de esperar, nunca se han analizado a la luz de qué tipo exacto de vegetación se ha despejado para plantar coca. El cultivo de coca, además, se organiza mejor en unidades familiares que en grandes plantaciones, lo cual produce el efecto de dispersar los cultivos en pequeñas parcelas que no suelen sobrepasar la hectárea.
Por otro lado, hay que destacar – y no cansarse de repetir – que las campañas de erradicación de la coca han exacerbado lo que podría haber sido un fenómeno relativamente contenible y han obligado a los cocaleros a reubicarse, despejar nuevas áreas y dedicarse a prácticas agrícolas cada vez más depredadoras.
Tanto las erradicaciones manuales como las fumigaciones aéreas con glifosato tienen el efecto de desplazar aún más a los productores de coca y sus cultivos, lo cual lleva a ocupar y despejar nuevas zonas. La erradicación forzosa también se traduce en unas prácticas agrarias más depredadoras, ya que se deben asegurar unas cosechas más rápidas antes de que lleguen las fuerzas de la erradicación. Esto conduce a una población excesiva de los campos de coca, el agotamiento del suelo y la necesidad de utilizar cada vez mayores cantidades de fertilizantes y pesticidas. Las fumigaciones con glifosato –el eje central del Plan Colombia– han supuesto el coste ambiental añadido de destruir toda la flora en torno a las zonas de producción de coca, así como una serie de repercusiones para la salud humana.
De otra parte, con miras a neutralizar este "ecocidio", el Gobierno colombiano – con la generosa financiación de los Estados Unidos, la ONU y la Unión Europea – ha puesto en marcha proyectos de desarrollo alternativo cuyas consecuencias, tanto desde el punto de vista social como ambiental, parecen considerablemente más alarmantes que el problema que se supone que deben resolver. En algunas regiones de Colombia, las mega plantaciones – como la de la palma de aceite – se han expandido a costa de la expulsión violenta de cocaleros independientes, un patrón que se repite en muchas otras zonas del país. Estas políticas han generado increíbles niveles de penuria y violencia, así como desplazamiento interno, 'limpieza' social, fragmentación política y contrarreforma agraria.
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Más información: Los mitos de la coca, Drogas y conflicto documentos de debate, junio de 2009
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