El ‘hondo pesar’ de la JIFE
Una cruzada despiadada de la Junta contra Bolivia
Los términos utilizados en el prefacio del informe anual de la JIFE 2011 dejan al descubierto la enfermedad que afecta a este órgano de las Naciones Unidas: un (hondo) pesar circula por sus envejecidas venas. Una vez más, su veneno se dirige a Bolivia, ese pequeño país que se atreve a desafiar e interpretar en nombre de una costumbre indígena ancestral lo que supuestamente es férreo y estático. Ambas partes estarán pensando que ya es hora de ponerle fin a esta saga, aunque por el momento todavía no está a la vista un final feliz.
Durante años, Bolivia ha anunciado su intención de “reparar el error histórico de la inclusión de la hoja de coca en las convenciones”. Uno de los procedimientos establecidos para este fin es el inicio de un –largo- proceso a través de la Organización Mundial de la Salud en el cual se solicita el retiro de la hoja de coca de las listas de sustancias controladas en la Convención Única de 1961. En vez de eso, Bolivia optó por solicitar una modificación del Tratado para eliminar la obligación de los Estados miembros a prohibir el mascado de la hoja de coca. En lugar de ser recibida con la debida consideración, la solicitud boliviana fue interpretada por algunos Gobiernos como una declaración de guerra contra el Tratado. Con el objetivo de persuadir a los Estados miembros de no darle apoyo a la enmienda solicitada por Bolivia, los llamados “Amigos de la Convención” organizaron una reunión en Viena. Luego de la cual no pocos Gobiernos europeos decidieron oponerse al valiente intento de Bolivia de hacer más viable un Tratado anticuado. Estos intensos esfuerzos diplomáticos lograron garantizar que Bolivia no consiguiera el apoyo necesario para hacer pasar la enmienda. Un total de diecisiete países presentaron objeciones formales a la enmienda.
Estimando que había pocas posibilidades de que la cuestión se zanjara a su favor en el Consejo Económico y Social (ECOSOC), Bolivia resolvió a finales de junio pasado denunciar su adhesión a la Convención Única de 1961 por seis meses, manifestando su intención de regresar como miembro con una reserva. La JIFE expresó inmediatamente su preocupación en un comunicado de prensa no exento de un cierto tono combativo.
Un poco antes de que entrara en vigor el retiro de la Convención, el 29 de diciembre de 2011, Bolivia presentó ante la ONU en Nueva York la solicitud para readherirse al Tratado, pero reservándose sus derechos en lo concerniente al cultivo y uso de la hoja de coca en su estado natural. El periodo formal establecido para adherirse a la Convención Única de 1961 es de 30 días. Antes de eso, la secretaría de las Naciones Unidas tiene la tarea de comprobar que la solicitud se hace en conformidad con las normas, debe traducir y distribuir el texto a todos los miembros de la Convención, quienes a su vez tendrán 12 meses para examinar si el contenido de la reserva es aceptable, un periodo que expirará el 10 de enero de 2013. La reserva no pasará si un tercio de las partes se le opone. Mientras tanto, si el procedimiento ha sido seguido correctamente, Bolivia podría ser parte de la Convención Única de 1961 treinta días después de haber presentado su solicitud de adhesión. En su solicitud a la ONU, Bolivia condicionó su re-acceso a la aceptación del texto de la reserva, lo que ha llevado a la Sección de Tratados de Naciones Unidas a posponer el procesamiento de la solicitud esperando primero que las otras partes aprueben la reserva. Por esta razón, Bolivia no será miembro del Tratado hasta principios de 2013, aunque Bolivia podría impugnar esta decisión.
La misión de la JIFE es “ayudar al Gobierno a resolver los problemas que pudieran existir de una forma respetuosa tanto de la letra como del espíritu de la Convención de 1961”. Esto significa ayudar a Bolivia a resolver los problemas relacionados con la aplicación del tratado. En la reserva formulada, Bolivia se reserva el derecho de permitir en su territorio el masticado tradicional de la hoja de coca, pero también en general el consumo y el uso de la hoja de coca en su estado natural, así como el cultivo, el comercio y la posesión de la hoja de coca en las cantidades necesarias para estos fines lícitos. Al mismo tiempo, la reserva aclara que Bolivia seguirá adoptando todas las medidas necesarias para controlar el cultivo de la coca con el fin de impedir la producción ilícita de cocaína. En la solicitud de Bolivia para su reacceso queda claro que este país se adhiere al espíritu de la Convención y declara su intención de cumplir con todas las disposiciones encaminadas a la erradicación del cultivo de coca para la producción y el tráfico de cocaína. Esto es, al fin y al cabo, lo que al mundo le preocupa, y el verdadero objetivo de la Convención. Pero la JIFE hace todo menos ayudar a Bolivia. El informe anual de 2011 dice que la Junta “ha observado con hondo pesar este paso sin precedentes del Gobierno boliviano” tomándose la libertad de emitir un juicio sobre un procedimiento legítimo elegido por un Estado soberano.
Más de sesenta años han pasado desde que unos pocos científicos de dudoso prestigio declararon que la masticación de la hoja de coca es un hábito pernicioso. Hasta la fecha, no existen pruebas para fundamentar esto. Si la JIFE no le ve sentido a facilitar los esfuerzos de Bolivia para mantenerse en el espíritu y objetivos de la Convención Única de 1961 sin comprometer su soberanía cultural y política, entonces el único camino para el país andino –o para cualquier país que se sienta inclinado a defender el uso tradicional de la coca- será el de iniciar un procedimiento a través de la OMS con el fin de sacar a la hoja de coca de la lista de sustancias controladas, en ausencia de cualquier evidencia que justifique en primer lugar su presencia allí.